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22 de agosto de 2024

“Acá hay que aguantar lo inaguantable”

Alejandra Santucho era una niña de 10 años cuando presenció el sangriento operativo en el que asesinaron a sus padres y secuestraron a su hermana Mónica, de 14 años, a quien Abuelas buscó durante casi tres décadas hasta que su cuerpo torturado pudo ser identificado en una fosa común.

“Mónica era una típica preadolescente. La mudanza a La Plata la había hecho sufrir mucho, porque en Bahía Blanca tenía a sus amigas, los chicos que le gustaban, y ella siempre les decía a mis viejos que se quería ir a Bahía con mi abuela, estaba en ese tránsito, pero no llegó a cumplir los 15 años”.

Así describió Alejandra Santucho a su hermana Mónica, que, en 1976, cuando fue secuestrada, tenía 14 años. El día del operativo, en la casa de la localidad de Melchor Romero, partido de La Plata, donde vivían, Alejandra, de 10 años, estaba jugando afuera con una vecinita. En la vivienda se encontraban Catalina Ginder, su madre, y Rubén Heldy Santucho, ambos militantes de la Juventud Peronista y de Montoneros, junto a Mónica y su hermano menor, de 2 años.

“Aquel 3 de diciembre de 1976 era un día de mucho calor, pleno verano, eran las cinco de la tarde, y como si fuese una película, de la nada, del silencio absoluto, empiezan a gritar de todos lados, habían rodeado la manzana, y se acercaban a nosotros soldados, personas de civil, todos armados, y nos gritaban ‘métanse adentro’, y la mamá de la nena con la que yo estaba jugando alcanza a agarrarnos a nosotras dos y a meternos en la casa de ella”.

“Veo que se cierran los postigos de mi casa y empiezan a dispararle. Mi mamá alcanza a gritar que paren de tirar, que adentro había chicos, que los dejen salir, y dejan de disparar, y yo me le escapo a la mamá de esta vecinita y me quedo mirando esta escena, y veo cómo sale mi hermana Mónica con el bebito a upa (de una pareja que vivía con ellos) y con mi hermano. Los que estaban allí le sacan a los niños, los dejan en la casa de al lado, yo veo todo desde enfrente, y a ella la encapuchan, la meten en un auto y salen. Y se cierra la puerta de mi casa y comienzan a disparar de nuevo”.

“Durante años pensé que este episodio había durado muchas horas, pero cuando lo reconstruí, me di cuenta que había durado unos minutos nada más. Cuando se terminó el ruido y salí, la casa estaba sin el revoque, habían volado todo, puertas, ventanas, habían tirado granadas, reventaron literalmente la casa. Me cruzo para ir a buscar a mi hermano, y ahí soldados y civiles registran que yo pertenecía a la casa. Fue un operativo exagerado, había helicóptero, camiones… El Ejército nos dejó a mi hermano y a mí en una casa de la esquina, esto fue viernes, esa noche viene alguien del Ejército, le dice a la mujer de la casa que el lunes nos iban a venir a buscar, y la mujer le pregunta qué pasó con la hermanita, y este hombre le dice ‘no se preocupe, está bien, la llevamos para interrogarla’”.

En la madrugada de ese lunes, antes de que llegue el Ejército a llevárselos, tres compañeros de militancia rescatan a Alejandra y su hermano y así les salvan la vida. “Quedamos en la casa de uno de ellos, Pajarito Martínez, donde tuvimos todo el amor y el cariño que se puede tener. Luego me acordé de unos familiares míos que vivían en Ezeiza, nos llevan a lo de mis tíos, yo me acordaba la dirección exacta, y allí mis tíos se conectan con mis abuelos, y pasado un tiempito mi abuela se toma el tren y nos va a buscar. Nos vamos a Bahía, y empieza la etapa de saber qué pasó. Mi abuela creía que estaban vivos, que había que hacer las denuncias correspondientes, qué Mónica debía estar viva, ‘cómo le van a hacer algo’, si tenía 14 años, creía que iba a aparecer. Eso fue un peregrinaje muy duro para ella”.

“Mi tía fue rápidamente a Abuelas de Plaza de Mayo, que ya se había conformado, la carita de Mónica comenzó a circular por el país con todos los nietos que Abuelas buscaba. Nunca tuvimos ningún dato. Recién en 1985, en el Juicio a las Juntas, declaran testigos que dicen haber estado con Mónica en los centros clandestinos Pozo de Arana y Comisaría 5ta. de La Plata. Recordaban que era una niña, que había sido torturada y violada, y que habían compartido cautiverio allí. Después de esa noticia, mi abuela cayó en una depresión, tenía 62 años, un día se levantó, le dio un infarto y se murió. Mi abuelo ya había muerto en el 81, de un cáncer fulminante”.

En los años 90, Alejandra, junto con otra compañera, creó la agrupación HIJOS Bahía Blanca, y desde allí investigó y encontró las actas con las que fueron ingresados los cuerpos de sus padres al cementerio de La Plata, ambos como NN. Años después, en el marco de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), ella y su hermano dejaron su sangre y así pudieron identificar a su hermana Mónica.

“Fue muy impactante y movilizador. Mónica estuvo 33 años desaparecida y de pronto nos iban a dar el cuerpo de una nena de 14 años. La habían encontrado en el Cementerio de Avellaneda, en una fosa común. Supe que había estado hasta mediados o fines de enero en Comisaría 5ta., una testigo contó que estaba con ella cuando la trasladaron, ‘agarrá tus cosas que te vas a Bahía Blanca con tu abuela’, le dijeron. Otra testigo declaró que Mónica había escrito en una puerta del centro clandestino ‘acá hay que aguantar lo inaguantable’”.

El relato de Alejandra también incluyó la persecución a su familia antes del golpe del 76, a manos de la Triple A, el secuestro de su tío y de su abuelo en Ingeniero White, y la militancia gremial de su padre, estibador portuario.

Abuelas de Plaza de Mayo es querellante en este juicio junto al nieto restituido Leonardo Fossati Ortega, nacido durante el cautiverio de su madre en Comisaría 5ta. El debate oral y público, que lleva adelante el TOF N° de La Plaza, alcanza a 112 víctimas y tiene tres imputados –Pedro Raúl Muñoz, Jorge Antonio Bergés y José Ignacio Saravia Day–, ya que dos expolicías acusados, Cecilio Reinaldo Gómez y Néstor Ramón Buzzato, fallecieron antes de llegar a esta instancia.

Fuente: Abuelas
Autor/a: Abuelas

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 Mónica Graciela Santucho

Mónica Graciela Santucho

Nació el 30 de marzo de 1962 en la ciudad de Buenos Aires. Fue secuestrada el 3 de diciembre de 1976 en la localidad de Melchor Romero, partido de La Plata. En el operativo, a cargo de la Policía Federal, la Bonaerense y el Ejército, fueron asesinados sus padres, Rubén Heldy Santucho y Catalina Ginder, ambos militantes de Montoneros. Por sobrevivientes, pudo saberse que Mónica, de 14 años, a fines de diciembre de 1976 se encontraba detenida en el centro clandestino "Pozo de Arana" y que hasta el 15 de enero de 1977 permaneció en la Comisaría 5ta de La Plata. En mayo de 2009, sus restos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Se comprobó que había sido inhumada como NN en una fosa común del cementerio de Avellaneda entre enero y febrero de 1977. Su familia pudo conocer el destino final de la niña y el 14 de octubre de 2009 darle sepultura en la ciudad de Bahía Blanca.

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